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Fuente: Diario Jaén

04/05/2016 – Las tres poblaciones en el mundo que comparten el nombre de Jaén tienen algunos aspectos significativos en común. Entre ellos, sobresale la dependencia del sector primario como piedra angular de sus respectivas economías. Si en nuestro Jaén sobra explicar que el olivar es el rey del sector primario, en el caso del Jaén peruano ese puesto lo ocupan, por este orden, el café, el arroz y el cacao. En el Jaén de Filipinas el mayor peso corresponde al arroz, cultivo dominante. La economía del municipio asiático es básicamente agraria. Este hecho se pone de manifiesto en que el 85% de la tierra, 10.288 hectáreas del total de la extensión, está dedicado a la producción agraria. Las actividades agrícolas incluyen la producción de arroz, aves de corral y producción ganadera, hortalizas, frutas e iniciativas de acuicultura, esta última en pequeña escala.

 

Dos estaciones que marcan la producción

El clima en Jaén marca claramente la producción agrícola. Así, hay dos estaciones: la seca y la lluviosa. La primera, marcada por la ausencia de precipitaciones, se prolonga entre el mes de diciembre y el mes de mayo. Entre diciembre y febrero las temperaturas son más suaves, y se incrementan considerablemente entre marzo y abril, cuando incluso llegan a rozarse los 40 grados centígrados. Por su parte, la estación lluviosa comienza entre finales de mayo y primeros de junio y se prolonga hasta el mes de noviembre, este incluido. Hay más producción durante la estación lluviosa. Según los datos facilitados por el Ayuntamiento de Jaén en Filipinas, tomando como referencia los datos del año 2012, durante la estación húmeda se produjeron 43.498 toneladas de arroz, correspondientes a 6.214 hectáreas. Le siguen el maíz, con 59 hectáreas y 177 toneladas; los frijoles, con 20 hectáreas y una producción de 20 toneladas; los melones amargos —llamados ampalaya en Filipinas—, con igual número de hectáreas y una producción de 30 toneladas; berenjenas, a las que se destinan 15 hectáreas, que producen 32 toneladas, así como okra —también conocido como quimbombó—, con 5 hectáreas y 12 toneladas, y batatas, con 5 hectáreas que producen unas 3 toneladas.

 

Por el contrario, durante la estación seca, se reduce el número de cultivos. En 2012, la segunda cosecha de arroz alcanzó una producción de 46.605 toneladas. El maíz, algo más de 207 toneladas, mientras que las batatas alcanzaron una producción de 2,5 toneladas. En esta estación se suma la yuca, con 10 hectáreas cultivadas y una producción de 10 toneladas.

 

Un proceso que nunca concluye

El arrozal es el paisaje agrario característico del Jaén filipino. De hecho, es la referencia más reconocida en el mismo escudo del municipio, en el que aparecen un carabao o búfalo de agua y un carro para transportar el arroz. Es el producto estrella no solo de Jaén, sino de la región a la que pertenece, Luzón Central, al producir en sus amplias planicies —las más extensas de Filipinas— la mayor parte del arroz. De hecho, presume con orgullo de ser conocido como “el granero de arroz de Filipinas”, algo que repiten con frecuencia sus habitantes al extranjero interesado en conocer toda la cultura generada en torno a un producto que es clave en su dieta.

 

Las intensas lluvias registradas entre los meses de junio y noviembre provocan que grandes zonas queden inundadas y se conviertan en terrenos de cultivo, idóneos para el arroz, una planta de la que se obtienen dos cosechas, una en verano y otra en invierno, y que tiene un extraordinario rendimiento por superficie cultivada. La proximidad del río Pampanga y las canalizaciones destinadas a la irrigación favorecen también el cultivo de este producto.

 

Es necesaria mucha mano de obra. Predomina la presencia de hombres en los arrozales. El proceso se inicia al comienzo de la estación húmeda, cuando los campesinos afrontan la preparación de las tierras. Previamente, tan solo unas semanas antes, se ha procedido a la siembra del arroz en un semillero. Durante la estación lluviosa, arrancan las plantas de arroz del plante y las trasplantan en el arrozal. Una vez plantado el arroz, hay que mantener el nivel de agua. La inundación se realiza por gravedad, según explican los agricultores. Con la llegada del monzón seco, cuando el arroz está maduro, se recoge la cosecha. La siega se acomete de forma manual, con una hoz. Después, se trilla, con carabaos o bueyes de agua. Este animal, que es todo un símbolo del país, es un elemento indispensable para el cultivo. Además de las bellas imágenes del animal en los arrozales, cada atardecer, cuando los trabajadores del campo regresan al concluir la jornada, se produce un singular desfile de carabaos cargados con la producción y la escasa maquinaria.

 

Tras la recolección del arroz, se procede al secado del grano. Resulta especialmente pintoresca la colocación de este en un lateral de la carretera, durante la estación seca, cuando se aprovecha el sol de justicia para intervenir en el proceso. Son alfombras kilométricas a lo largo de todo municipio dispuestas para tal fin, con independencia de la prohibición de la práctica, según confiesan algunos agricultores. Finalmente, a través de procesos mecánicos, se desprende el grano de la cáscara y el arroz está listo para su distribución.