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Fuente: IPS (Inter PressService)

03/04/2017 –  “Mi cosecha de maíz se cuadruplicó desde que empecé a practicar la agricultura de conservación”, aseguró Theresia Loda, una agricultora de 52 años de la localidad de Kalimbu Ndara Mane, provincia de Nusa Tenggara del Este (NTE), en Indonesia.

 

La agricultura de conservación alienta a los agricultores a minimizar la perturbación del suelo. En vez de arar el campo, los granjeros cavan agujeros permanentes y utilizan el abono en lugar de fertilizantes químicos. También se les insta a optar por cultivos de cobertura, como las leguminosas, y a aplicar la rotación.

 

Loda comenzó a practicar esas técnicas en una parcela de 2.800 metros cuadrados a principios de 2015. En la primera zafra cosechó unos 500 kilogramos de maíz, cuando antes cosechaba entre 100 y 150 kilogramos con las técnicas tradicionales.

 

La cosecha subió a los 800 kilogramos en la segunda zafra, antes de bajar a 600 kilogramos en la tercera.

 

La viuda y madre de 10 hijos informó que les vendió el maíz a los pobladores y utilizó el dinero para el estudio de sus hijos. En 2016 envió a su quinto hijo a estudiar a una academia de enfermería en Malang, en la provincia de Java Oriental.

 

Sus cuatro primeros hijos no pudieron continuar su educación debido a la falta de dinero, pero los últimos cinco aún están en la escuela.

 

En 2016, Loda, que enviudó en 1994 y se separó de su segundo marido en 2010, utilizó parte de los ingresos derivados del maíz para comprar lechones y alquilar un campo de arroz para aumentar sus ganancias.

 

“Acabo de vender dos cerdos para pagar la matrícula de mi quinto hijo en Malang. La próxima semana vamos a cosechar el arroz de nuestra granja por primera vez”, anunció.

 

Loda es una de los 13.000 pequeños agricultores de las provincias de NTE y Nusa Tenggara Occidental (NTO) que practican la agricultura de conservación que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) introdujo en 2013 como parte de su programa prioritario de reducción del riesgo de desastres causados ​​por el cambio climático en el país.

 

Ujang Suparman, gerente nacional de proyectos de la FAO para NTE y NTO, también se aplicaron proyectos de agricultura de conservación en 16 localidades de esas dos provincias.

 

“Los pequeños agricultores de NTE y NTO se encuentran entre los más pobres de Indonesia. Son propensos a los impactos del cambio climático, especialmente los períodos de sequía prolongada y las lluvias irregulares”, dijo a IPS Mark Smulders, representante de la FAO para Indonesia y Timor Oriental.

 

Según Smulders, la agricultura de conservación beneficia a todos. “Por un lado, conservamos el suelo, en el sentido de que lo protegemos del sol, preservamos la humedad, incorporamos materiales orgánicos y, por otro lado, los agricultores aumentan la producción y al mismo tiempo están mejor protegidos contra el cambio climático”, explicó.

 

Los datos proporcionados por FAO Indonesia y Timor Oriental confirman que la agricultura de conservación incrementa el rendimiento de maíz de un promedio de 2,1 toneladas a 4,3 toneladas por hectárea.

 

“Para nosotros, el aspecto más importante es el aumento de la productividad, la rentabilidad y la resistencia al cambio climático”, dijo Smulders.

 

Aparte de la agricultura de conservación, la FAO también alienta a los agricultores a probar el cultivo integrado de arroz y peces o acuaponía – conocido localmente como mina padi -por el cual parte del arroz irrigado se usa como estanques para peces.

 

Aunque la técnica de acuaponía es muy diferente a la agricultura de conservación, ambas procuran intensificar la producción utilizando un enfoque ecosistémico con un uso mucho menor de fertilizantes químicos y pesticidas, señaló Smulders.

 

En la acuaponía “los peces también nadan entre el arroz y se comen las plagas, fertilizan el arroz con sus heces y, al final, obtenemos mejores rendimientos, mejores ingresos y una mejor nutrición porque los agricultores no solo comen el arroz que cosechan sino también los peces”, añadió.

 

Alrededor del 37 por ciento de los niños y niñas menores de cinco años en Indonesia padecen retraso en el crecimiento como resultado de la desnutrición crónica en los primeros cinco años de su vida. Unos 20 millones de personas, o casi ocho por ciento de los 260 millones de habitantes del país asiático, no consumen la cantidad diaria de calorías necesaria.

 

“Nos gustaría poner énfasis en una dieta saludable de la granja a la mesa. Nos gustaría ver a los agricultores producir una dieta saludable, no solo arroz, sino también otros productos”, comentó Smulders.

 

Sigit Paryono, un agricultor de 46 años de edad del distrito de Sleman, en la isla de Java, dijo que sus ingresos netos crecieron considerablemente desde que se sumó al programa acuapónico de la FAO en 2015.

 

“Ganaba entre 38 y 76 dólares cada 1.000 metros cuadrados, y ahora gano 226 dólares”, afirmó Sigit, que al principio tenía una media hectárea de plantación de arroz.

 

Desde que se incorporó al programa de la FAO en 2015 ganó suficiente dinero para comprar otra media hectárea. “También envié a mis dos hijos a la universidad”, agregó.

 

“Espero que la FAO ayude a los agricultores en el procesamiento posterior a la cosecha. Queremos vender arroz y peces mina padi por nuestra cuenta, pero no podemos hacerlo sin la ayuda de otros”, se quejó Sigit.

 

Pramono, director de la División de Seguridad Alimentaria de la Agencia de Agricultura y Pesca de Sleman, dijo que la acuaponía funciona para ambos productos.

 

“Con las plagas que se comen los peces y sus heces sirviendo como fertilizante, los agricultores no necesitan pesticidas ni fertilizantes químicos”, aseguró.

 

Su oficina presentó el proyecto de mina padi a los agricultores locales en 2011. “En 2015, con la ayuda financiera de la FAO, pudieron formar un conjunto de 25 hectáreas de arrozales. Al menos 20 por ciento del arrozal se destina a estanques de peces”, indicó Pramono.

 

“Mientras que los campos de arroz plantados disminuyen un 20 por ciento, los rendimientos aumentan un 30 por ciento en promedio. Además, los agricultores aún cosechan de dos a cinco toneladas de pescado por hectárea”, sostuvo.

 

“Muchos jóvenes obreros de fábrica renunciaron a sus empleos para participar en el cultivo de mina padi”, según Pramono. El “futuro de la producción de arroz es fuerte de nuevo ahora que ingresan al sector agricultores jóvenes”, destacó.

 

Smulders dijo que tanto la agricultura de conservación como la mina padi están en línea con el plan del gobierno indonesio de crear más de 1.000 aldeas orgánicas. “Las tres técnicas, incluida la gestión integrada de plagas, podrían ser útiles para promover la agricultura ecológica”, declaró.

 

Traducido por Álvaro Queiruga