Fuente: Periódico26.cu
02/12/2012
– Los 17 frasquitos de medicamento en las manos de los Doctores en Ciencia de la Universidad Vladimir I Lenin de Las Tunas daban risa. El contenido: 17 variedades de arroz para experimentar en la finca de los Rolando Reyes, padre e hijo, que aceptaron el reto.

Las 17 pequeñas parcelas se desarrollaron como esmeraldas, provocando la hilaridad de otros curiosos que aseguraban que “ese juego de muchachos, no llevaría a ningún lugar.”

Tres años después, el juego de muchachos reportó más de 400 quintales de arroz de excelente calidad. Ahora los Rolando tienen un patrimonio de 20 variedades de arroz entre las que destacan: la Estrella Roja Especial, numerosos IA Cuba y otros Incas LP.

Las semillas que años atrás les regalaron los profesores Raquel Ruz Reyes y Aramís Rivas Diéguez, se multiplican en más de medio centenar de fincas, replicándose en Villa Clara, Holguín y todos los municipios de Las Tunas.

El experimento marcó un antes y un después en las tierras chaparreras de Yamaica, caracterizadas por ser suelos salinos y poco productivos. Los resultados de la cosecha sobrepasan las siete toneladas por hectárea de productividad, muy por encima de la media nacional que no supera las tres toneladas. Vivencias que compartirán otros productores del vecino municipio de Puerto Padre.

Con este objetivo campesinos de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Rodolfo Rodríguez de San Miguel viajaron hasta la finca arrocera en la búsqueda de conocimientos y semillas.

El sitio de reunión, la sombra de un árbol donde se tejieron las experiencias y las aspiraciones de hombres y mujeres del campo en compañía de representantes del gobierno y la ANAP local y la tutela de la universidad tunera.

La manera de producir en franco respeto con el medio ambiente fue otro tema a debatir y la propuesta la aportó Juan Miguel Leyva con el empleo de los microorganismos eficientes.

Tanto para puertopadrenses como para chaparreros, noviembre será memorable, para los visitantes, por la posibilidad de combatir experiencias entre productores, hacerse de semillas de excelente calidad y de técnicas alejadas de los químicos que afectan la salud y la economía del que los utiliza.

Para los de la casa, la posibilidad de intercambios futuros en el terreno de la Villa Azul cuando las semillas estén plantadas. Para la universidad la certeza de que estas personas son fuente de conocimiento a favor del desarrollo agropecuario.

Para todos, la seguridad de que el tiempo empleado valió la pena, ese es quizás, uno de los mayores éxitos del Fitomejoramiento Participativo, una técnica que le da al campesino la posibilidad de ser un científico de la tierra, donde es él el protagonista y decide qué variedad prefiere conservar porque se adapta mejor a su suelo.